“San Carlos es una ciudad y comuna ubicada en la región de Ñuble…”, es así como se nos introduce al film Denominación de Origen, segundo largometraje escrito y dirigido por Tomás Alzamora, estrenado el año 2024. Esta película nos introduce a un hecho que marcó a la comunidad de San Carlos: el CET de San Carlos ganó una cata a ciegas de longanizas en la “Fiesta de la Longaniza de Chillán”, pero fue descalificado por no pertenecer a esa comuna. A partir de este conflicto, un grupo de vecinos crea el Movimiento Social por la Longaniza de San Carlos (M.S.P.L.S.C.) con el objetivo de obtener la denominación de origen y demostrar que la longaniza es auténticamente sancarlina.
La película nos presenta a los protagonistas: Luisa Barrientos (Luisa Marabolí), una dirigente social, carismática y solidaria; Tío Lelo (Exequías Inostroza), un campesino criador de cerdos y fabricante de longanizas; Dj Fuego (Roberto Betancourt), un cantante, diseñador y candidato a concejal; y por último Juan Peñailillo (Alexis Marín), un abogado que se une al movimiento para liderar la batalla legal por el reconocimiento de la denominación de origen de la longaniza local. Ellos cuatro en conjunto se organizan e incentivan a la comunidad a participar de este proceso y tener un peso más grande frente a la alcaldía.
Creo que el primer punto a destacar de esta película es la gran dirección de Tomás Alzamora y su capacidad de, a través de un dispositivo híbrido como lo es el falso (?) documental, mantener la comedia presente a pesar del dramatismo que acompaña a la historia. Anteriormente ya habíamos visto su autoría picaresca, también acompañada de un contexto costumbrista y social, en su ópera prima La Mentirita Blanca (2017). Alzamora con esta nueva obra se consolida con un sello personal indudable, que combina lo local con lo político, dando pie a una identificación universal.
La narrativa es desde el primer momento absorbente. Desde que se nos presenta el conflicto, uno se mete de lleno en la película. Aunque a primera vista es un conflicto que parece absurdo y sin mucha trascendencia, en el momento en que se nos presentan a estos personajes tan cálidos y encantadores, uno empatiza automáticamente con este, haciendo que entremos de lleno al mundo. Además, la narrativa contiene momentos de comunidad, lucha y resiliencia, que nos hace a nosotros, los espectadores, vivir con ellos las emociones de este viaje.
Por otro lado, es importante destacar el uso de actores naturales. Como se supo posteriormente al estreno de la película, hubo un casting abierto que apostaba por tener un elenco compuesto casi en su totalidad por gente de San Carlos y sus alrededores. Esto le agrega un carácter local y auténtico, que con actores profesionales no se hubiera logrado. El hecho de que miren y hablen a las cámaras, el uso de modismos y acentos locales, incluso la forma en que habitan y se mueven en los espacios físicos, le da a la película una riqueza cultural impresionante. De esta forma cumpliendo redondamente el dispositivo de falso documental.
Otro logro que tiene la cinta es que tiene una identidad absoluta e indudablemente chilena. El conflicto que ocurre dentro de la película es un conflicto conocido a nivel nacional que ha sido objeto de burlas y risas. Pero a través de este se hace una reflexión que puede ser extrapolada a todo el territorio, que es el eterno conflicto entre el centro y la periferia. La tensión que se genera es una metáfora de los problemas de representación, centralismo y desigualdad que ocurren en nuestro país. Abordando y retratando la burocracia local y la precariedad rural, la realidad de una provincia chilena cualquiera.
En definitiva, podemos decir que, Denominación de Origen es una película que vino a revolucionar el panorama del cine nacional, realizando un homenaje y un retrato sincero del Chile rural, que celebra sus símbolos, tradiciones y humor. Hasta el momento ha tenido una cálida recibida del público chileno, teniendo más de 25.000 espectadores en cines, un número casi impensado para el cine independiente. Personalmente yo estoy maravillada con esta película, me cambió la perspectiva sobre hacer cine y retratar nuestros territorios. Al momento del visionado, atravesé por una montaña rusa de emociones, desde la risa hasta el llanto. Y por lo tanto ya sabemos ¡Vecino, vecina, la longaniza es sancarlina!