*Reseña* El perro que no calla- Dir: Ana Katz.

Para ser llamada “El perro que no calla”, la película tiene una ausencia del titular bastante notoria. ¿Por qué pasa esto? Lo explicaré a continuación.

En esta película argentina, de preciosa fotografía blanco y negro, se nos plantea una historia sencilla. Sebastián, deberá ver qué hace para cuidar a su perro. No puede dejarlo en casa porque no calla, no puede llevarlo al trabajo, y nadie puede cuidarlo por él. Todo esto abre diversas situaciones bastante cómicas, desde Sebastián paseándose por su empresa con el perro, que no se puede ver hasta pasados varios diálogos, gracias a un ingenioso juego de cámaras, o gente decidiendo ponerse a hablar en conjunto con paraguas en un pasillo donde claramente no caben, por lo que todos se mojan.

Esto sigue hasta que de repente el perro muere…

Es así como el perro sí que calla para siempre y la película deja de tratarse del perro. ¿Tratará entonces del duelo de Sebastián? Pues no, no hay tiempo para eso, Sebastián tiene una vida y esta debe seguir, busca trabajo, cuida y juega con su familiar paralizado, se enamora, sobrevive un escenario apocalíptico muy similar a la pandemia, etc.

Y es que la fortaleza de esta película viene de ahí, no se queda con ninguna narrativa porque la vida no se queda con ninguna narrativa. ¿Te enamoraste? Te terminan de la noche a la mañana. ¿Todo da a entender que este es tu trabajo soñado? Te despiden. ¿Vas a comprar pan? Te terminan contratando unos agricultores en medio de la calle.

Tal vez matar al perro al primer tercio de la película no sea algo muy convencional a la hora de narrar, y tampoco lo sea parar todo por una crisis mundial de falta de oxígeno, pero es más realista que el 90% de las películas, ¿o ya olvidaron que interrumpí toda su vida para encerrarse dos años por el coronavirus, solo para tener que seguir como si nada?

Dicha narrativa realista va acompañada de una comedia igual de realista, próxima vez que vayan a una fiesta, sigan al tipo con menos habilidades sociales que vean y escúchenlo, no va a sonar muy distinto a un guión de Ana Katz. Y es que la comedia se sostiene a base de las muy malas, pero realistas habilidades sociales de Sebastián y lo que estas generan. En una escena al inicio los vecinos van a reclamarle acerca de su perro. Los vecinos de a uno llegan frente a él en un pasillo exterior mientras llueve, por lo que están con sus paraguas. Primero es uno, luego son dos y luego ya tenemos una pequeña convención de paraguas todos apretados en el mismo pasillo. Claro, Sebastián no decide hacer nada mejor que interrumpir la conversación para decir que como él no tiene paraguas está mojándose y luego ir a tomar un vaso de agua, dejando a todos los vecinos en un silencio bastante incómodo mientras lo esperan.

En otra ocasión, mientras va en un camión de verduras por azares de la vida, los agricultores le preguntan si su celular es nuevo, a lo que responde con un rotundo no, dejándolos a todos mirándose en un incómodo silencio, solo para ponerse a hablar de todas las falencias de su celular.

Aunque podría dar más ejemplos, la comedia de Ana Katz en esta película se mantiene un montón por la actuación, y lo realista del guión, por lo que explicarla destruye su gracia.

Pero con lo que podemos quedarnos es que es una dramedia diferente, donde no morirás a carcajadas, ni llorarás a modo suelto, pero si apreciarás su realismo, y por sobre todo, su compromiso con su estructura.

Porque sería muy fácil criticar la falta de norte narrativo o premisa clara de la película, o como, en mi opinión, la mejor parte de la película, la crisis de oxígeno, es introducida y desechada en 10 minutos. Pero desechar eso, que nada se quede, si no que apreciarlo porque paso e ir al siguiente capítulo es “El perro que no calla”. Es incluso algo budista si se ve de cierta forma, pero por sobre todo, es como la vida, nada se queda para siempre, y no sabemos por cuánto se quedará, solo que algo vendrá después.


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